martes, 15 de marzo de 2011

Japón: superando a la ciencia-ficción

Estos días dejé abandonado este espacio por pura desidia... y es que son mis últimos días libres antes de retomar mi vida universitaria...
Para variar, este post será un ensayo de opinión, más cercano a algo pseudoperiodístico que a la reseña o comentario sobre libros y leyendas...
Nada de oportunismos, simplemente nació así, de la angustia por la situación de personas que, a miles de kilómetros, se enfrentan a un peligro que prefiguró tantas veces el género de ciencia-ficción. El alerta nuclear es grave, no porque nos vaya a afectar en lo sucesivo a nosotros, sino porque ahora mismo muchas gentes están con un damocleo destino sobre sus cabezas y las generaciones venideras heredarán ese camino.
Es lo que me surge, es sentir que esas personas son de mi especie, no soy indiferente al peligro que implicaría un esparcimeinto radiactivo mundial y, aunque fuera probable, prefiero, mejor dicho, sólo puedo solidarizarme con ese pueblo milenario que admirablemente siempre se pone de pie ante las adversidades. El país del Sol Naciente fue abofeteado por el mar, la naturaleza indómita que no es vengativa, sino que sigue sus ciclos al margen del ser humano. El pueblo del Sol Naciente se enfrenta a los fantasmas que sus propios conciudadanos han creado sin intención. La amenaza nuclear hubiera estado latente aunque la central en cuestión no estuviera activa porque los residuos radiactivos hubieran permanecido y, ante un siniestro de tal dimensión, también la fuga de elementos nocivos habría sido una posibilidad.
Cuando escuchaba que el mar hacía de camiones, barcos y hasta viviendas sus juguetes, cuando las personas eran como gijarro arrastrado por el oleaje, cuando la guadaña nuclear está declarada y se sospecha que no han revelado sus verdaderas magnitudes, no puedo evitar que el escalofrío de ver esta realidad me haga decir: "Ni en la ciencia-ficción pasó". Claro que pasaron cosas más terribles y ni existimos en muchos de esos mundos literarios o hemos tenido que colonizar otras galaxias al no poder conservar nuestro hogar primigenio. Lo tremendo del siniestro japonés es que hoy miles de personas están viviendo en carne propia el horror que sólo la pluma de la vida actual puede escribir. Da pena pensar que no podemos decir, como explicaba Frederick Pohl acerca de los relatos ficticios de atrocidades, que se puede observar el desastre y volver al ruedo de la vida cotidiana sin rasguños.

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